domingo, 21 de diciembre de 2014

La física según Aristóteles

Para entender por qué la llamada Revolución Científica (siglos XVI - XVII) fue una revolución, hace falta ver qué es lo que había antes de este período que fuese tan diferente respecto a lo que hubo después. Algunas ideas típicas sobre lo revolucionario de la época consisten en apuntar a que Copérnico puso a la Tierra a dar vueltas alrededor del Sol, que es verdad, o a que en aquel momento se separaron ciencia y filosofía, que es más discutible. Pero el caso es que hay mucho más. No me puedo resistir a comentar que, de hecho, hay historiadores que defienden que no hubo "La Revolución Científica" (ni la, ni revolución, ni científica), pero de momento no me voy a meter en este berenjenal.

Así pues, vamos a ver cómo concebía la física Aristóteles, que era la referencia en este campo, y en futuras entradas iremos viendo todas las novedades introducidas en estos siglos. Fijaos que no he dicho que vayamos a ver cómo era la naturaleza según Aristóteles, es decir, su física (que también veremos algo), sino cómo concebía la física. Es decir, cómo eran las ciencias de la naturaleza para Aristóteles, en qué consistía hacer física para Aristóteles. Y es que ahí ya tenemos diferencias importantes respecto a ahora, independientemente de los contenidos concretos de la física aristotélica.

Como decía, la filosofía natural aristotélica fue el referente de la ciencia occidental durante toda la Edad Media. Podríamos decir que Aristóteles instauró un paradigma (una forma de pensar y de hacer, dicho en pocas palabras) en la ciencia, después de pasar por una etapa preparadigmática caracterizada por la variedad en los enfoques y las diversas teorías para explicar el mundo (estoy hablando, por ejemplo, de los presocráticos). No es que después de Aristóteles muera toda visión alternativa de la naturaleza, pero sí es cierto que el aristotelismo será central en los desarrollos posteriores de la ciencia: la teoría geocéntrica ptolemaica, la teoría del ímpetus, etc., tienen su base en Aristóteles.

Pues bien, una de las características más notables de la física aristotélica es su negativa a usar matemáticas. Para Aristóteles, las matemáticas son la ciencia de lo eterno e inmutable, de las ideas y las formas, que están encarnadas en los objetos reales, pero a las que se llega haciendo abstracción. Es evidente que la ciencia de lo eterno e inmutable no puede ser aplicable a la naturaleza, que está repleta de cambio. Los fenómenos físicos se deben explicar tal como son, no aludiendo a simplificaciones o idealizaciones a las que estamos tan acostumbrados hoy en día, pero que son de un reino distinto al de la física. Aristóteles nos preguntaría, "¿dónde está su partícula puntual libre de toda interacción que se mueve en línea recta y velocidad constante en el vacío?" Ni uno solo de los elementos citados en esa pregunta se puede encontrar en la naturaleza, y sin embargo esa idea es la base de la mecánica newtoniana. En definitiva, la física aristotélica es la ciencia del cambio (sería equivalente a nuestras ciencias naturales, incluyendo la biología) y no se puede hacer una ciencia de la naturaleza con elementos que no están en ella.

En el momento en que nos dicen que la física no tiene matemáticas, ya no sabemos qué hacer. ¿De verdad era física? Hoy nos parece inconcebible una física no matemática, pero lo cierto es que a Aristóteles le parecía inconcebible una física matemática. Y no por ignorancia, sino porque, simplemente, una física matemática es un oxímoron (como banca ética o inteligencia militar). Un error conceptual y de procedimiento. No se puede hacer física así.

Entonces, ¿cómo se hace? Pues observando la naturaleza tal como es, como ya hemos dicho. La física aristotélica está totalmente basada en la experiencia, precisamente por eso no hay partículas puntuales ni idealizaciones matemáticas. ¿Tú has visto partículas puntuales por ahí? Pues eso.

Así pues, aquí tenemos una de las grandes diferencias de la ciencia pre- y post- Revolución Científica. Después de Newton la física se matematiza, y así hasta hoy. De hecho, la mecánica newtoniana alcanzará tal prestigio que hará que otras ciencias quieran matematizarse para conseguir resultados similares: será el modelo a seguir, si alguien quiere aspirar a hacer algo serio y riguroso (o sea, ciencia), tendrá que hacer algo matemático y cuantificable. Esta tendencia todavía nos acompaña en nuestros días. Podría decirse que somos hijos de la Revolución Científica, porque todo lo que la precede nos es ajeno, raro, absurdo incluso, mientras que lo que se impone tras ella nos resulta mucho más familiar, natural, hasta evidente. La tarea del historiador consiste en despojarse de todo lo que sabe para poder introducirse en la época que estudia y entender su racionalidad. Un poco como los antropólogos que estudian tribus exóticas. Por raras que nos puedan parecer sus prácticas, costumbres o teorías, a ellos les resultan tan naturales como a nosotros las nuestras. Así que no vale tener prejuicios. Lo cual es imposible, pero no impide que se pueda intentar.

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