Para entender por
qué la llamada Revolución Científica (siglos XVI - XVII) fue una revolución,
hace falta ver qué es lo que había antes de este período que fuese tan
diferente respecto a lo que hubo después. Algunas ideas típicas sobre lo
revolucionario de la época consisten en apuntar a que Copérnico puso a la
Tierra a dar vueltas alrededor del Sol, que es verdad, o a que en aquel momento
se separaron ciencia y filosofía, que es más discutible. Pero el caso es que
hay mucho más. No me puedo resistir a comentar que, de hecho, hay historiadores que defienden que no hubo "La Revolución Científica" (ni la, ni revolución, ni científica), pero de momento no me voy a meter en este berenjenal.
Así pues, vamos a ver cómo concebía la física Aristóteles, que era la referencia en este campo, y en futuras entradas iremos viendo todas las novedades introducidas en estos siglos. Fijaos que no he dicho que vayamos a ver cómo era la naturaleza según Aristóteles, es decir, su física (que también veremos algo), sino cómo concebía la física. Es decir, cómo eran las ciencias de la naturaleza para Aristóteles, en qué consistía hacer física para Aristóteles. Y es que ahí ya tenemos diferencias importantes respecto a ahora, independientemente de los contenidos concretos de la física aristotélica.
Como decía, la filosofía natural aristotélica fue el referente de la
ciencia occidental durante toda la Edad Media. Podríamos decir que Aristóteles
instauró un paradigma (una forma de pensar y de hacer, dicho en pocas palabras)
en la ciencia, después de pasar por una etapa preparadigmática caracterizada
por la variedad en los enfoques y las diversas teorías para explicar el mundo
(estoy hablando, por ejemplo, de los presocráticos). No es que después de
Aristóteles muera toda visión alternativa de la naturaleza, pero sí es cierto
que el aristotelismo será central en los desarrollos posteriores de la ciencia:
la teoría geocéntrica ptolemaica, la teoría del ímpetus, etc., tienen su base
en Aristóteles.
Pues bien, una de
las características más notables de la física aristotélica es su negativa a usar matemáticas. Para
Aristóteles, las matemáticas son la ciencia de lo eterno e inmutable, de las ideas
y las formas, que están encarnadas en los objetos reales, pero a las que se
llega haciendo abstracción. Es evidente
que la ciencia de lo eterno e inmutable no puede ser aplicable a la naturaleza,
que está repleta de cambio. Los fenómenos físicos se deben explicar tal como son, no aludiendo a
simplificaciones o idealizaciones a las que estamos tan acostumbrados hoy en día,
pero que son de un reino distinto al de la física. Aristóteles nos preguntaría, "¿dónde está su partícula puntual libre de toda interacción que se mueve en
línea recta y velocidad constante en el vacío?" Ni uno solo de los elementos
citados en esa pregunta se puede encontrar en la naturaleza, y sin embargo esa
idea es la base de la mecánica newtoniana. En definitiva, la física aristotélica
es la ciencia del cambio (sería equivalente a nuestras ciencias naturales,
incluyendo la biología) y no se puede hacer una ciencia de la naturaleza con
elementos que no están en ella.
En el momento en
que nos dicen que la física no tiene matemáticas, ya no sabemos qué hacer. ¿De
verdad era física? Hoy nos parece inconcebible una física no matemática, pero
lo cierto es que a Aristóteles le parecía inconcebible una física matemática. Y
no por ignorancia, sino porque, simplemente, una física matemática es un
oxímoron (como banca ética o inteligencia militar). Un error conceptual y de
procedimiento. No se puede hacer física así.
Entonces, ¿cómo se
hace? Pues observando la naturaleza tal como es, como ya hemos dicho. La física
aristotélica está totalmente basada en la experiencia,
precisamente por eso no hay partículas puntuales ni idealizaciones matemáticas.
¿Tú has visto partículas puntuales por ahí? Pues eso.
Así pues, aquí
tenemos una de las grandes diferencias de la ciencia pre- y post- Revolución
Científica. Después de Newton la física se matematiza, y así hasta hoy. De
hecho, la mecánica newtoniana alcanzará tal prestigio que hará que otras
ciencias quieran matematizarse para conseguir resultados similares: será el
modelo a seguir, si alguien quiere aspirar a hacer algo serio y riguroso (o
sea, ciencia), tendrá que hacer algo matemático y cuantificable. Esta tendencia
todavía nos acompaña en nuestros días. Podría decirse que somos hijos de la
Revolución Científica, porque todo lo que la precede nos es ajeno, raro, absurdo
incluso, mientras que lo que se impone tras ella nos resulta mucho más
familiar, natural, hasta evidente. La tarea del historiador consiste en
despojarse de todo lo que sabe para poder introducirse en la época que estudia
y entender su racionalidad. Un poco como los antropólogos que estudian tribus
exóticas. Por raras que nos puedan parecer sus prácticas, costumbres o teorías,
a ellos les resultan tan naturales como a nosotros las nuestras. Así que no
vale tener prejuicios. Lo cual es imposible, pero no impide que se pueda
intentar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario