Bueno, ya está
bien de Copérnico, ¿no? Parece que no sepa hablar de otra cosa. Lo que pasa es
que Copérnico es una figura fundamental para entender todo lo que viene
después. Así que vale la pena pararse un rato. Por si queréis repasar, aquí
tenéis la entrada en que explico cómo Copérnico fue moderno siendo antiguo y
aquí la que os cuenta cómo un matemático se puso a hacer física desafiando el statu
quo. Ahí fue donde lo dejé la última vez. Copérnico les dice a los físicos que
las matemáticas mandan. ¿Le hicieron mucho caso?
Pues no mucho, la
verdad. Claro, si viene un tío de fuera a decirte cómo tienes que hacer tu
trabajo, tu primera reacción es decirle: “claro que sí, campeón”. Pero
Copérnico tiene sus propias estrategias para cambiar el estado de cosas: además
de referirse a la autoridad de los antiguos, se blinda de la potencial crítica
restringiendo el número de críticos válidos: Copérnico apela siempre a los
matemáticos como el único público
cualificado para juzgar su aportación.
Qué astuto este
Copérnico. Como sé que los físicos vais a pasar de mí y me vais a poner a
parir, ya de entrada digo que no me importa lo que digáis. Yo solo me dirijo a
los matemáticos (con un par), y si ellos me apoyan, entonces la cosa se pondrá
interesante. La táctica es sagaz, teniendo en cuenta el bajo estatus de los
matemáticos en el mundo universitario y el cada vez mayor deseo de cambiar esta
situación. Aún así, la recepción de la obra de Copérnico es un tanto fría, en
el sentido de que solo 10 pensadores adoptan su visión entre 1543 (año de
publicación del De Revolutionibus) y 1600. Y es que no hay ventajas
evidentes de simplicidad o facilidad para realizar los cálculos con su modelo.
Para hacer horóscopos servía Ptolomeo igual de bien que Copérnico.
Pero que no cunda
el pánico: Copérnico ya ha creado escuela. Incluso entre los que no son
copernicanos. El noble danés Tycho Brahe, astrónomo, también pondrá en cuestión
los dogmas de la filosofía natural cuando diga que los cometas son fenómenos
supralunares (o sea, que pasan más allá de la luna; antes se pensaba que los meteoros eran fenómenos atmosféricos, de
ahí meteorología). No solo eso, sino que
además las órbitas de los cometas atraviesan las esferas (las esferas son las que se mueven, con los planetas incrustados en ellas, ¿cómo es posible que algo
las atraviese?). ¿Que cómo sabe todo esto? Porque lo ha calculado. Una vez más, un
astrónomo, realista matemático, dando lecciones de filosofía natural basándose en argumentos puramente astronómicos. Brahe
está poniendo en cuestión el mecanismo de las esferas y la perfección e inmutabilidad de los
cielos (en el mundo supralunar no podía haber cambios aparte del movimiento
circular de los astros). Y no es para menos: además de cometas, se había
observado lo que hoy llamaríamos una supernova. Es decir, en noviembre de 1572 apareció
una estrella muy brillante en el cielo (se veía incluso durante el día), que desaparecería
en 1574. Si eso no es un cambio, apaga y vámonos. Brahe hizo sus cálculos y llegó a la misma conclusión incómoda: señores, esta nueva estrella nunca vista hasta ahora, no está aquí (en el mundo sublunar, sujeto al cambio), sino allí arriba. Otro marrón para los aristotélicos.
Aún así, Brahe no
es copernicano, y por una buena razón: ¿cómo narices se explica el movimiento
de la Tierra? ¿Cómo podríamos estar tan tranquilos sobre ella si se moviese?
Así que el sistema ticónico consiste en poner la Tierra en medio bien
quietecita, alrededor de ella la Luna y el Sol, y todos los demás planetas
alrededor del Sol. No está mal. Explica lo que tiene que explicar y evita problemas de incompatibilidad con la Biblia, además de que puede seguir usando el aristotelismo para la física terrestre. Un tipo solvente, el señor Brahe.
En realidad, su modelo no es nada
comparado con lo que supone el modelo copernicano. En el modelo ticónico
al menos aún se puede hablar de región sublunar y supralunar, división básica en
la filosofía aristotélica. Una vez que Copérnico dice que la Tierra es un
planeta como los demás, ¿tiene algún sentido esta distinción? La filosofía
natural aristotélica está siendo cuestionada de raíz, lo que abrirá la
puerta a que emerjan nuevas filosofías, entre ellas la filosofía mecánica, de
la cual hablaré en el futuro seguramente.
Además, el rol del
astrónomo ya no será el mismo que antes. Tycho Brahe, desde su posición de
aristócrata, está ayudando a legitimar este nuevo rol del astrónomo-filósofo,
que continuará con Kepler y su física celeste: cada vez es menos excéntrico ser
un astrónomo que hace física.
Así pues,
Copérnico ha abierto la puerta a una nueva visión del mundo, en un sentido
amplio: no solo un nuevo modelo del universo, sino una nueva manera de
estudiarlo (realismo matemático) y un nuevo rol del astrónomo-matemático como
filósofo. Estas cuestiones se ven reflejadas posteriormente en Brahe, Kepler,
Galileo... Si antes de Copérnico los astrónomos eran matemáticos, después de
Copérnico (progresivamente) los astrónomos serán físicos (y así hasta hoy)*. Teniendo todo esto en
cuenta, parece más que apropiado situar a Copérnico como uno de los iniciadores
de la llamada Revolución Científica. Y dedicarle tres entradas, o cuatro, o las que hagan falta en el blog. E incluso alargarme innecesariamente con el final de esta. Pero aunque las despedidas siempre son dramáticas, vamos a ir diciendo adiós a Copérnico para que deje paso a Kepler y compañía (Brahe ya se nos ha colado aquí, así que esto es irreversible). ¡Hasta más ver, canónigo polaco!
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* No puedo evitar comentar que en este momento he pensado en que, dado el carácter de transición de fase de Copérnico para la profesión astronómica, podría plantearse hacer un calendario con el año 1 en el nacimiento de Copérnico, de modo que podríamos seguir usando aC y dC tan ricamente. El pensamiento es totalmente irrelevante, friki e innecesario de plasmar en este blog en el texto principal, pero suficientemente importante para merecerse esta modesta nota al pie.
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