“¿Cuál de las siguientes no es una partícula
subatómica? A, protón; be, neutrón; ce, bombón; de, electrón.” Esta es la
pregunta que podría convertir a Moe, de los Simpson, en millonario, en un
capítulo cuyo nombre no recuerdo. El átomo y sus tres partículas constituyentes
se estudian bien tempranito. Además, el electrón tiene un papel bastante
importante, puesto que se le coloca como el protagonista de todo lo relacionado
con esa cosa llamada “electricidad”.
Sin embargo, la existencia del electrón no se
constató hasta hace relativamente poco tiempo. Por no hablar de los quebraderos
de cabeza que produjo la susodicha partícula. Joseph J. Thomson la descubrió y
ganó el Nobel por ello, mientras que su hijo George P. Thomson demostró más
adelante que el electrón se comportaba como una onda, y también ganó el Nobel.
Pero no estoy aquí para meterme en berenjenales sobre si el electrón es una
partícula y/o una onda. Estoy aquí para reivindicar el subelectrón, esa gran
partícula desconocida.
Y es que un físico llamado Robert Millikan,
impresionado por el artículo de J. J. Thomson sobre esos corpúsculos
eléctricos, se dispuso a determinar con precisión cuál era la carga del
electrón. El señor Millikan es un fan absoluto del electrón, y llega a decir que,
de hecho, Benjamin Franklin ya lo había descubierto. Pero si lo había
descubierto, poco caso le habían hecho, puesto que físicos de la talla de
Maxwell comentaban que el electrón era una “hipótesis provisional” que
difícilmente se mantendría en pie cuando pudiéramos entender “la verdadera
naturaleza de la electrólisis”. No voy a hablar de este fenómeno, solo voy a
decir que, para desgracia de Maxwell, parece ser que aún estamos en la etapa
provisional, y eso que ya ha pasado más de un siglo.
No era solo Maxwell. Arthur Schuster, a finales
del siglo XIX, escribía que “nunca se me ocurrió que fuese posible la existencia independiente de un átomo aislado de electricidad, y si se
me hubiese ocurrido y hubiese expresado abiertamente unas opiniones tan heterodoxas,
difícilmente hubiese sido considerado un físico serio, porque los límites de la
heterodoxia permisible en la ciencia se alcanzan rápidamente.” Ahí queda eso.
El caso es que estamos ya a principios del XX, y la heterodoxia se ha convertido en ortodoxia, puesto que se han realizado varias medidas de la carga del electrón. Sin embargo, todos
los métodos usados tenían un problema: obtenían la carga media de muchas medidas efectuadas en hipotéticas cargas individuales. Es decir, que podría ser que el
electrón existiera como partícula, pero que los electrones no estuvieran todos
igualmente cargados, de modo que la carga del electrón sería tan solo un
promedio estadístico.
El primer método que empleó Millikan era de este
tipo: consistía en trabajar con nubes de gotas cargadas eléctricamente. Rutherford
sugirió que la evaporación de las gotas podía introducir errores en los
cálculos, así que Millikan hizo un cambio en el montaje experimental para
estudiar cómo se producía la evaporación y poder corregir este fenómeno. Si
normalmente se hacían caer dos nubes, una por la acción de la gravedad y otra
además con un campo eléctrico, esta vez pensó en poner el campo eléctrico
oponiéndose a la gravedad, de forma que la nube de gotas flotase. No sucedió
esto, sino que la nube se dispersó por completo. Tan solo quedaron unas cuantas
gotas flotando. Pero acababa de nacer un nuevo método. ¿Para qué fijarse en
toda la nube, si ya tengo aquí unas cuantas gotas? Además, tengo precisamente
las gotas cuya carga eléctrica hace que la fuerza eléctrica compense la gravitatoria. Esto sí que es
bueno.
Y tan bueno: Millikan llega incluso a ver gotas
que están quietas que de repente empiezan a moverse, debido a haber captado un
electrón que había por ahí. Y cuando Millikan mide las cargas eléctricas de las
gotas, siempre obtiene lo mismo: están cargadas con 1, 2, 3, 4… electrones.
Siempre un múltiplo de la carga del electrón. Esto ya no es la carga media de
muchas gotas. Son medidas de la carga de cada gota. Aquí estaba la primera
prueba “definitiva, clara e indudable” de la estructura unitaria de la electricidad.
O eso creía Millikan. Pronto llegaría un tal
Ehrenhaft a poner las cosas interesantes. Este señor, haciendo otros
experimentos, obtenía cargas de un tercio de electrón, además de valores
intermedios entre 1 y 2 electrones, entre 2 y 3… Vamos, que si se quiere hablar de una partícula mínima de electricidad, tendrá que ser de carga inferior a la del electrón. Nos han fastidiado. Con lo bien resuelto que había quedado todo con Millikan, y ahora aparece el pájaro este a decirnos que nada de eso. Pero bueno, estas son las cosas que dan vidilla al intelecto, la salsa, la chispa que nos aleja de la monotonía y el aburrimiento de creer saberlo todo. Y como ya me he alargado bastante, otro día os cuento más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario